La secretaria que amaba la ciberinteligencia
Anticiparse a la competencia, contener fugas de datos, prevenir fraudes. Las aplicaciones de los servicios de ciberinteligencia serán cruciales para las empresas en una era marcada por la globalización y la revolución tecnológica
Una variable en apariencia menor. Una puerta abierta hacia el desastre. Aquella brillante secretaria lo controlaba todo. Su ordenador era una suerte de repositorio integral de la actividad de la empresa. De las estrategias de negocio, la política de ofertas, la red de proveedores… Acceder a su pequeño gran mundo permitiría desentrañar los secretos de la organización. Erosionarla gravemente. Y los malos, al parecer por encargo de un rival, lo intentaron. Con lo que no contaban era con que Javier G., el CEO de una compañía fabricante de válvulas industriales de Bilbao, sabía lo que hacía. Años antes había contratado a una empresa de servicios de ciberseguridad para que llevase a cabo un análisis de ciberinteligencia.
Había previsto, en definitiva, el potencial daño que causaría una intrusión en el ordenador de la secretaria. Y ganó la partida. Desde entonces, su secretaria ama la ciberinteligencia.
Javier había viajado lo suficiente a lo largo de su trayectoria profesional para saber lo que estaba en juego. Tres décadas de charlas con colegas de todo el mundo lo habían convencido de la importancia de proteger su organización. De anticiparse. No solo para defenderse ante potenciales amenazas, también para obtener información de calidad que no resulta accesible y con la que diseñar las operaciones de su empresa.
Porque es eso, y mucho más, lo que se puede extraer de los servicios de ciberinteligencia.
Llegados a este punto, quizás lo más conveniente sea empezar por el principio. Por definir el concepto. Sostienen desde el departamento de Ciberinteligencia de Tarlogic que esta disciplina consiste en el «empleo de tácticas, metodologías y herramientas propias de la inteligencia aplicadas al ámbito digital».
¿Y qué sería pues la inteligencia? En un ejercicio de síntesis extrema, la obtención de «información de calidad para la toma de decisiones presentes y futuras».
Trasladado al mundo de la empresa o las administraciones públicas, una eficaz herramienta para atenuar la incertidumbre inherente a cualquier tipo de actividad. O por establecer una conexión con la inteligencia militar, génesis de la ciberinteligencia actual: anticiparse al enemigo.
Sentadas estas bases, quizás lo más oportuno sea formular otra pregunta. O mejor dos. La primera: ¿Por qué una empresa debe contar con análisis de ciberinteligencia en su día a día? Y la segunda, y no menos importante, ¿para qué?
Para responder a la primera, nada como un poco de contexto. La historia, siempre caprichosa, ha querido que confluyan en el tiempo dos fenómenos imparables llamados a transformar el mundo que conocemos. La revolución tecnológica y la globalización van a obligar a empresas e instituciones, ya lo están haciendo, de hecho, a reordenar la forma en la que se relacionan con su entorno.
Las cifras de la globalización abruman. La firma de los acuerdos de Bretton Woods, de la que recientemente se cumplieron 75 años, sentó las bases de un nuevo orden global que reformuló los sistemas de comercio internacionales.
¿La consecuencia directa? El volumen de bienes exportados es actualmente 40 veces mayor que en 1913, según los datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y creciendo… Pese a los roces entre EE.UU. y China.
Baste decir que el sistema de transmisión de un vehículo Mini cruza 40 veces el canal de la Mancha debido a las poderosas cadenas globales de valor. La economía es hoy transnacional y está hiperconectada (¿les resulta familiar?).
Nada ni nadie puede sustraerse a esta realidad.
El segundo factor, igualmente poderoso (quién sabe si aún más), es la revolución tecnológica. A la que algunos reputados académicos han bautizado ya como cuarta revolución industrial.
De nuevo acudamos a los datos. Y en este caso con más sentido si cabe.
En solo cinco años, el volumen de datos generados a nivel global se disparará hasta los 175 zettabytes, según los cálculos de la consultora IDC. Eso es el equivalente a 175 veces la información existente en el 2011.
Pero es que hoy se calcula que hay unos 44 ZB en circulación. Si emprendieran la insólita odisea de almacenar esos 175 ZB en los ya vetustos DVDs (¡qué rápido pasa el tiempo!), podrían dar 222 vueltas a La Tierra almacenándolos uno detrás de otro.
Y la cosa no acaba aquí. Un informe de Bank of America estima que más de 150.000 millones de dispositivos estarán conectados a la Red por la explosión del Internet of Things (IoT) dentro de siete años.
Cada individuo en cualquier rincón del planeta trasteará con dispositivos conectados cerca de 4.800 veces al día, lo que supone una interacción cada 18 segundos.
Un último apunte. Dentro de siete años, precisa la consultora IDC, el 75 % de la población mundial, más de 6.000 millones de personas, interactuará con los datos en su día a día.
En definitiva, el mundo que viene seguirá siendo global y será aún mucho más tecnológico. Por tanto, es el momento de responder a la siguiente cuestión: ¿Para qué necesita una empresa o una institución contar con servicios de ciberinteligencia?
Si el contexto, suficientemente elocuente, no le ha ayudado a visualizar su utilidad, les planteamos algunas reflexiones para que comprendan por qué esta herramienta marca ya una diferencia entre las empresas que la usan y las que no.
Partamos de un aforismo irrefutable, así sea en el sector privado o en la vida pública: la información es poder. ¿Y dónde está hoy la información? En el universo digital.
Ciberinteligencia estratégica
Las organizaciones del futuro difícilmente podrán ser competitivas si no optimizan los datos con los que trabajan. Y no solo a nivel interno, también el externo. La calidad del análisis de ciberinteligencia será estratégico para todas aquellas organizaciones que quieran asaltar nuevos mercados, protegerse de las amenazas (de nuevo exógenas y endógenas) que los acechan, anticiparse a los riesgos y oportunidades…
Será indispensable para proteger la información a nivel interno seleccionando aquellos empleados críticos. Que, por cierto, no siempre están en lo más alto de la cadena de dirección (¿recuerdan a nuestra secretaria?).
Los servicios de ciberinteligencia serán un soporte de alto nivel para analizar la eficacia, solvencia y seriedad de un proveedor clave para ser competitivo en un nuevo mercado.
Para proteger la información facilitada en un proceso de licitación, datos claves que, en manos de un competidor, le permitirían sacar una ventaja diferencial y hacerse con la adjudicación. Para prevenir las operaciones de un rival en un mercado concreto. La casuística es interminable.
Las aplicaciones de los servicios de ciberinteligencia son tantas, tan específicas y de tanto valor, que harían falta muchos de aquellos DVDs repletos de Zettabytes para enunciarlas.
Sus aplicaciones en inteligencia económica, prevención de fraudes, fugas de datos… son tan evidentes que renunciar a ellas es poner una enorme piedra en una carrera que no espera por nadie.
La ciberinteligencia es el futuro. Y también el presente. No lo olviden.
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